ESTADOS UNIDOS
Al retornar los gobiernos republicanos en los Estados Unidos en la década de los ochenta, encontraron un país económicamente debilitado, no sólo por el empuje de Europa y Japón, sino también porque los costos de la carrera armamentista con la URSS, desde 1946, significaron que durante toda la Guerra Fría más de la mitad de los impuestos se utilizaron para financiar las operaciones militares. Además, la pérdida de competitividad en los sectores productivos se debió a que la 1+ D+i (investigación, desarrollo e innovación) se orientó con énfasis hacia el campo del complejo industrial militar, generando una caída de la productividad manufacturera y el rezago en otras áreas de tecnología de punta.
Es un hecho que durante las dos administraciones de Ronald Reagan (un ex actor hollywoodense) y George Bush padre (un ex Director de la CIA), el gasto militar observó un incremento considerable que tuvo efectos severos en la economía norteamericana y en las finanzas mundiales.
Curiosamente, esta, estrategia es designada por algunos autores como un keynesianismo de guerra, en alusión a las políticas de gasto, por parte del gobierno que tienden a provocar un efecto estimulante para el crecimiento económico. Sin embargo, en este contexto no funcionaron tales mecanismos, entre otras cosas porque la política fiscal de Reagan redujo los impuestos a las grandes corporaciones con la intención de liberar recursos para la inversión, cosa que no ocurrió porque no había sectores atractivos en los cuales invertir, salvo en la rama militar. Esto provocó que el enorme gasto en armamento se financiara mediante un
creciente endeudamiento.
En todo caso, las políticas de la llamada revolución conservadora de los reaganomics
tuvieron consecuencias importantes para la sociedad norteamericana y un efecto
amplificado en otros países que adoptaron estas estrategias, representados, entre otras
figuras, por Margaret Thatcher, primera ministro de Gran Bretaña y contemporánea de
Reagan.
Bill Clinton presidente de los Estados Unidos (1993- | 2001). |
De este modo, se calcula que entre 1980 y 1984, la inversión del gobierno
estadounidense en ciencia y tecnología espacial creció 8.9%, con objetivos claramente
militares. En cambio, otros sectores, como el sistema de transporte, crecieron a una
tasa de 3%, al igual que la inversión en educación, capacitación y servicios sociales,
que apenas reportaron un crecimiento de 1.4% anual. El desarrollo regional y de la
comunidad cayó dramáticamente en 6.1%, y el gasto en conservación del medio
ambiente creció en un modesto 1.9%.
Atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 por Al-Qaeda |
Cuando George Bush llega a la oficina oval, la quinta parte del acero consumido en los Estados Unidos se importaba; 25% de los bienes de capital para producir herramientas se adquiría en Alemania y Japón; la tercera parte de los automóviles ya no eran producidos por obreros y técnicos norteamericanos y sólo una pequeña parte de los bienes de consumo electrónicos eran producidos en plantas de los Estados Unidos.
Estas tendencias marcan la diferencia entre un crecimiento productivo que incide en el proceso de desarrollo, y otro de tipo parasitario, basado en las industrias que viven a expensas del complejo militar, puesto nuevamente en acción durante la guerra del Golfo Pérsico. En otro escenario, los doce años de administración republicana de la Casa Blanca (1980-1992) derivaron en una crisis social que explicó el voto de castigo a George Bush, cuando éste intentó reelegirse y preparó la llegada del demócrata BilI Clinton a la presidencia de los Estados Unidos.
Bajo el mandato del presidente George H. W. Bush, el país tomó un papel de liderazgo en la controvertida guerra del Golfo. La expansión económica más larga en la historia moderna de Estados Unidos, desde marzo de 1991 hasta marzo de 2001, abarcó la administración de Bill Clinton y la burbuja punto com. Una demanda civil y un escándalo sexual llevaron al impeachment de Clinton en 1998, aunque logró terminar su periodo. Las elecciones presidenciales de 2000, una de los más competidas en la historia estadounidense, fueron resueltas por una decisión de la Corte Suprema: George W. Bush, hijo de George H. W. Bush, se convirtió en el nuevo presidente.El 11 de septiembre de 2001, los terroristas del grupo Al-Qaedaatacaron el World Trade Center de la ciudad de Nueva York y El Pentágonocerca de Washington D. C., en una serie de atentados que acabó con la vida de casi tres mil personas. En respuesta, la administración de Bush lanzó una "guerra contra el terrorismo". A finales de 2001, las fuerzas estadounidenses invadieron Afganistán, derrocaron al gobierno talibán y destruyeron los campos de entrenamiento de Al-Qaeda. Los insurgentes talibanes continúan luchando una guerra de guerrillas. En 2002, en medio de una polémica, la administración de Bush comenzó a presionar para que se llevara a cabo un cambio de régimen en Irak. Con la falta de apoyo de la OTAN y sin un mandato explícito de la ONU para una intervención militar, Bush organizó la coalición de la voluntad; las fuerzas de la coalición rápidamente invadieron Irak en 2003 y derrocaron al dictador Saddam Hussein. En 2005, el huracán Katrina, que terminaría siendo el desastre natural más caro en la historia nacional, causó una destrucción severa a lo largo de la costa del Golfo: la ciudad de Nueva Orleans quedó devastada. El 4 de noviembre de 2008, en medio de una recesión económica mundial, Barack Obama fue elegido presidente, el primer afroamericano en ocupar el cargo.
EE.UU. : Política interna
Estados Unidos se presenta ante el resto del mundo como una ejemplar democracia. Nada más lejos de la verdad. Los padres fundadores, ferozmente opuestos a la noción de «soberanía popular», concibieron un original sistema en el que se consulta regularmente al pueblo para que valide instituciones que ponen el poder en manos de una oligarquía. Ese sistema logra perpetuarse en el plano interno gracias a una serie de parámetros jurídicos que impiden el surgimiento de alternativas y, en caso de necesidad, mediante trucos y manipulaciones que incluyen el uso de máquinas de votar cuyo buen funcionamiento es imposible de verificar. En el plano externo, la propaganda esconde las rarezas de las instituciones estadounidenses. Estas últimas prevén, por ejemplo, la elección del presidente por parte de un colegio designado por los gobernadores de los Estados (en vez de una elección de segundo grado, como recordó la Corte Suprema en 2000, cuando se negó a tener en cuenta los votos de los ciudadanos de la Florida). El sistema tampoco tiene un carácter republicano ya que rechaza el concepto de «interés general» tildándolo de totalitario y le antepone la noción de coalición mayoritaria de grupos de presión. Esta filosofía conduce a la institucionalización de los grupos de presión [también llamados lobbys o grupos de cabildeo. Nota del Traductor.] e incluso legisla la corrupción de los parlamentarios.
Más allá de los partidos gemelos demócrata y republicano, existe una contestación interna de larga data. Esta conoció un amplio desarrollo durante los mandatos de George W. Bush, cuyo estilo de cowboy hacía demasiado evidente el control policial sobre la población y las injusticias sociales. A pesar de haber sido calificada hasta entonces de «antiamericana», esa contestación logró legitimidad al poner de relieve las numerosas violaciones de los ideales estadounidenses que cometía la administración Bush, desde sus aventuras coloniales hasta su justificación de la tortura. El encanto desplegado por el presidente Obama marginó nuevamente la contestación interna, pero ninguna de las críticas de fondo que esta planteaba encontró respuesta en la nueva administración. En el actual contexto de crisis económica están resurgiendo profundas fracturas sociales, que datan de antes de la Guerra de Secesión. Estas fracturas sociales se expresan tanto a través de la rebelión fiscal y de la condena popular contra el mundo de las finanzas, como de tendencias separatistas, sin olvidar los conflictos étnicos. Es precisamente de esos movimientos contradictorios y de su correlación de fuerzas que depende la capacidad de Estados Unidos para reformarse o dislocarse.
La política exterior de los Estados Unidos es el resultado de un proceso de elaboración compleja, de grandes debates contradictorios por solucionados por arbitrajes. Por otra parte, el sistema constitucional estadounidense prevé una distribución precisa de poderes (checks and balances), lo que les da a los diferentes actores (presidencia, Congreso, sociedad civil, etcétera) un poder capaz de influir de un modo muy diferenciado sobre la elaboración de la política exterior de los Estados Unidos. Esta constatación difiere de la opinión corrientemente admitida acerca de la idea de un poder reunido en las manos de algunos pocos, acabando en una política monolítica y sin debates.
Ciertos fundamentos de la política exterior de los Estados Unidos están presentes desde su creación. Es indispensable conocerlos para aprender el conjunto del proceso de decisión. Por otra parte, la toma de decisiones es compartida entre el poder ejecutivo (lapresidencia y la administración) y el poder legislativo (el Congreso). Los dos sufren la influencia de la sociedad civil (grupos de presión, electorados, think tank, etcétera).
== Toma de decisionenns tratados con naciones extranjeras. Él es, también, el Comandante en jefe de las fuerzas armadas, y como tal tiene la amplia autoridad sobre éstas, una vez que se despliegan. El Secretario de Estado es el Ministro de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos y es el conductor primario de la diplomacia internacional.
El Congreso tiene el poder de declarar la guerra, pero el presidente tiene la capacidad de enviar tropas militares a un área durante 60 días sin la aprobación del Congreso, aunque en todos los casos lo hayan concedido después. El Senado (una de las dos cámaras del Congreso) también tiene el derecho exclusivo de aprobar los tratados hechos por el presidente. El Congreso es de la misma manera responsable de aprobar los proyectos de ley que determinan el carácter general de la política exterior de los Estados Unidos.
El tercer brazo del gobierno es la Corte Suprema, que tradicionalmente ha desempeñado un rol mínimo en la política exterior del país.
ACTUAL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS BARACK OBAMA
Estados Unidos se presenta ante el resto del mundo como una ejemplar democracia. Nada más lejos de la verdad. Los padres fundadores, ferozmente opuestos a la noción de «soberanía popular», concibieron un original sistema en el que se consulta regularmente al pueblo para que valide instituciones que ponen el poder en manos de una oligarquía. Ese sistema logra perpetuarse en el plano interno gracias a una serie de parámetros jurídicos que impiden el surgimiento de alternativas y, en caso de necesidad, mediante trucos y manipulaciones que incluyen el uso de máquinas de votar cuyo buen funcionamiento es imposible de verificar. En el plano externo, la propaganda esconde las rarezas de las instituciones estadounidenses. Estas últimas prevén, por ejemplo, la elección del presidente por parte de un colegio designado por los gobernadores de los Estados (en vez de una elección de segundo grado, como recordó la Corte Suprema en 2000, cuando se negó a tener en cuenta los votos de los ciudadanos de la Florida). El sistema tampoco tiene un carácter republicano ya que rechaza el concepto de «interés general» tildándolo de totalitario y le antepone la noción de coalición mayoritaria de grupos de presión. Esta filosofía conduce a la institucionalización de los grupos de presión [también llamados lobbys o grupos de cabildeo. Nota del Traductor.] e incluso legisla la corrupción de los parlamentarios.
Más allá de los partidos gemelos demócrata y republicano, existe una contestación interna de larga data. Esta conoció un amplio desarrollo durante los mandatos de George W. Bush, cuyo estilo de cowboy hacía demasiado evidente el control policial sobre la población y las injusticias sociales. A pesar de haber sido calificada hasta entonces de «antiamericana», esa contestación logró legitimidad al poner de relieve las numerosas violaciones de los ideales estadounidenses que cometía la administración Bush, desde sus aventuras coloniales hasta su justificación de la tortura. El encanto desplegado por el presidente Obama marginó nuevamente la contestación interna, pero ninguna de las críticas de fondo que esta planteaba encontró respuesta en la nueva administración. En el actual contexto de crisis económica están resurgiendo profundas fracturas sociales, que datan de antes de la Guerra de Secesión. Estas fracturas sociales se expresan tanto a través de la rebelión fiscal y de la condena popular contra el mundo de las finanzas, como de tendencias separatistas, sin olvidar los conflictos étnicos. Es precisamente de esos movimientos contradictorios y de su correlación de fuerzas que depende la capacidad de Estados Unidos para reformarse o dislocarse.
Más allá de los partidos gemelos demócrata y republicano, existe una contestación interna de larga data. Esta conoció un amplio desarrollo durante los mandatos de George W. Bush, cuyo estilo de cowboy hacía demasiado evidente el control policial sobre la población y las injusticias sociales. A pesar de haber sido calificada hasta entonces de «antiamericana», esa contestación logró legitimidad al poner de relieve las numerosas violaciones de los ideales estadounidenses que cometía la administración Bush, desde sus aventuras coloniales hasta su justificación de la tortura. El encanto desplegado por el presidente Obama marginó nuevamente la contestación interna, pero ninguna de las críticas de fondo que esta planteaba encontró respuesta en la nueva administración. En el actual contexto de crisis económica están resurgiendo profundas fracturas sociales, que datan de antes de la Guerra de Secesión. Estas fracturas sociales se expresan tanto a través de la rebelión fiscal y de la condena popular contra el mundo de las finanzas, como de tendencias separatistas, sin olvidar los conflictos étnicos. Es precisamente de esos movimientos contradictorios y de su correlación de fuerzas que depende la capacidad de Estados Unidos para reformarse o dislocarse.
La política exterior de los Estados Unidos es el resultado de un proceso de elaboración compleja, de grandes debates contradictorios por solucionados por arbitrajes. Por otra parte, el sistema constitucional estadounidense prevé una distribución precisa de poderes (checks and balances), lo que les da a los diferentes actores (presidencia, Congreso, sociedad civil, etcétera) un poder capaz de influir de un modo muy diferenciado sobre la elaboración de la política exterior de los Estados Unidos. Esta constatación difiere de la opinión corrientemente admitida acerca de la idea de un poder reunido en las manos de algunos pocos, acabando en una política monolítica y sin debates.
Ciertos fundamentos de la política exterior de los Estados Unidos están presentes desde su creación. Es indispensable conocerlos para aprender el conjunto del proceso de decisión. Por otra parte, la toma de decisiones es compartida entre el poder ejecutivo (lapresidencia y la administración) y el poder legislativo (el Congreso). Los dos sufren la influencia de la sociedad civil (grupos de presión, electorados, think tank, etcétera).
== Toma de decisionenns tratados con naciones extranjeras. Él es, también, el Comandante en jefe de las fuerzas armadas, y como tal tiene la amplia autoridad sobre éstas, una vez que se despliegan. El Secretario de Estado es el Ministro de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos y es el conductor primario de la diplomacia internacional.
El Congreso tiene el poder de declarar la guerra, pero el presidente tiene la capacidad de enviar tropas militares a un área durante 60 días sin la aprobación del Congreso, aunque en todos los casos lo hayan concedido después. El Senado (una de las dos cámaras del Congreso) también tiene el derecho exclusivo de aprobar los tratados hechos por el presidente. El Congreso es de la misma manera responsable de aprobar los proyectos de ley que determinan el carácter general de la política exterior de los Estados Unidos.
El tercer brazo del gobierno es la Corte Suprema, que tradicionalmente ha desempeñado un rol mínimo en la política exterior del país.
ACTUAL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS BARACK OBAMA
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